Época: Barroco1
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700

Antecedente:
Barroco, un término adherente y cabal

(C) Antonio Martínez Ripoll



Comentario

La tendencia a lo espectacular y a provocar la maravilla expuesta por Marino, no es privativa de la poesía, sino de toda la creación del Barroco. La réplica a la afirmación de Marino la aporta un personaje de una comedia de Bernini: "el ingenio y el diseño son el arte mágico a través del cual se llega a engañar a la vista hasta asombrar".El enorme desarrollo alcanzado por el teatro, el drama musical (oratorio y melodrama), la danza y la pantomima, así lo indican. El dominio de lo imaginario que produce maravilla, también encontró en el Seicento una expresión completa en la "comedia dell'arte" popular, que mezclaba en un todo declamación, mímica, acrobacia, canto y danza, y en la que se valoraba, más que la trama (repetitiva y confusa), la hábil capacidad técnica del actor para asombrar. Igualmente, corre paralela al fenómeno de teatralización de la arquitectura y de las artes visuales, implicando a toda la realidad socio-cultural del Seicento, que se configura como una civilización de la imagen. El mundo entero se hace espectáculo en el Barroco, ya en la globalidad de una representación, ya en la particularidad de un gesto.Nunca antes, al menos no como en el Barroco, el arte se había convertido en un instrumento para hacer creer verdadero aquello que no lo es: simulación, y para mostrar falso aquello que, por el contrario, es verdadero: disimulación. Esta es la razón del constante recurso del Barroco a la ficción teatral, porque el teatro es ciertamente el único lugar donde es lícita, y placentera, toda inversión de la realidad, el trueque entre verdad y mentira. En este sentido, a menudo se ha dicho que el Barroco es el fruto de una Iglesia deseosa de exhibir lo más clamorosamente posible su propio triunfo terrenal sobre la Reforma protestante.Con todo, esa afirmación debería revisarse a la vista de que, entre 1618-48, el territorio de Europa era un infierno en el que se estaba llevando a cabo la terrible guerra de los Treinta años y que el Papado ya había perdido el control ideológico sobre la mitad del continente, además de que el ejercicio incontrolado de su autoridad política empezaba a ser contestado y a levantar resistencias de cumplimiento en el propio campo católico. Así pues, la civilización barroca surge, más bien, como expresión de un fracaso que se quiere hacer pasar por un triunfo, y por lo tanto de una necesidad obsesiva por mostrarse no como se es, sino como se querría ser. El arte barroco nace, pues, de la puesta en escena de una gran simulación.Aparte del papel concedido al arte en el seno de la cultura del Barroco, su lenguaje formal, como el literario, se regulaba por normas. Sancionada su función propagandística y, por tanto, su doble esencia comunicativa y didascálica, el arte debía someterse a las reglas que gobernaban la comunicación, oral y escrita, como la ejercían los poetas coetáneos, pero más aún como lo hacían las órdenes religiosas contrarreformistas por excelencia, los jesuitas y los teatinos.Esas reglas pertenecen al código normativo de la Retórica, con sus figuras, sus argucias didácticas, sus premeditadas maravillas y su cuidado formalismo lógico. Así, las artes visuales barrocas usarán los mismos medios de construcción de las imágenes empleados por la poesía, configurándose cada vez más como la agudeza y la capacidad de figurar todo cuanto se pudiese imaginar de una realidad recorrida por innumerables, desconocidas y fantásticas correspondencias. Así, se utilizaron: la metáfora, trasladando significados por vía analógica; la paradoja, aproximando elementos contradictorios; la hipérbole, desmesurando efectos; la antítesis, contraponiendo formas; el hipérbaton, invirtiendo el orden lógico de los elementos; la elipsis, suprimiendo un elemento de una estructura... Todo esto se traduce en el lenguaje barroco en la alteración de las proporciones clásicas, en los efectos de gigantismo y de dilatación de los espacios (incluso si las dimensiones reales son reducidas), en el dinamismo de las formas, en la busca continua de efectos sorprendentes y paradójicos.Por tanto, abandonada la imitación de un orden existente en la naturaleza, la poética barroca hace de la ilusión y la ficción los medios para proponer con arte otra realidad, capaz de sustituir a la verdadera. De ahí, que los pintores concibieran grandes decoraciones usando del escorzo y de la perspectiva ilusionista, toda vez que la perspectiva había perdido su función ordenadora y delimitadora propia del Quattrocento. O que los arquitectos sugirieran los movimientos ópticos y físicos por medio del uso de los ejes visuales.